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SEGMENTO 1

2 DE JUNIO

Mis padres están preocupados por mí. Más que preocupados, están “desesperados.” Bueno, eso es lo que dicen. Desesperados. Creen que estoy loca.

 

Soy una de tres. Mis dos hermanos son mayores. Eduardo va a la universidad de Nuevo México donde estudia sociología. Está en su tercer año de estudios posgrados. Es muy inteligente, muy estudioso. Vive con su novio, Jimmy, en Albuquerque. Mis padres son bastante tradicionales y tienen dificultades para aceptar a Eduardo y Jimmy como una pareja. Pero yo adoro a Eduardo. Para mí es casi un ídolo. Siempre me dice, “Elena, puedes ser lo que quieras en la vida.” Ya vino dos veces esta semana para verme aquí en la clínica. Jimmy vino con él. Me cae bien Jimmy, con su eterna sonrisa, su optimismo. Entiendo por qué Eduardo lo quiere tanto.

 

Mi otro hermano, Ernesto, es el mayor. Tiene 27 años y es sargento en el ejército. No lo vemos mucho, por supuesto. Su base está en Fort Hood, Texas. Ya de niño mostró interés en lo militar. Sus juguetes eran soldaditos, tanques, rifles, y llevaba un beret a la escuela. De Halloween se vestía de soldado. Es como que no había otro camino para él. Lo militar corre por sus venas como la sangre. No está casado. Tampoco tiene novia. Dice que no tiene tiempo para una vida personal. La verdad es que Ernesto es muy ambicioso. Seguramente va a ser general algún día. Mis padres están muy orgullosos de él.

 

¿Y yo? Quiero ser veterinaria. Siento mucho cariño por los animales: perros, gatos, caballos, ardillas, pájaros… todos. Son tan honestos, tan simples. Es fácil comunicarse con los animales, creo. A veces, es más fácil que comunicarse con los seres humanos. Mi santo favorito es San Francisco. Él se preocupaba por los animales. Sobre mi cama en la clínica hay un retablo de San Francisco. Me vigila, como que soy una de sus criaturas.

 

Pero no es San Francisco quien me hace visita, quien me habla. Es la Virgen. A veces creo que los dos están en el cielo, conversando. San Francisco le pregunta a la Virgen, “¿Cómo anda Elena? ¿Está bien?” Y la Virgen le responde, “Bueno, ya sabes… dadas las circunstancias…”

 

Quizás tengo más imaginación de lo que admito. Pero las visitas de la Virgen no son imaginarias.

 

“Elena,” me dice, en tonos dulces. “Elena. Tengo un mensaje importante.” Y luego me enseña cosas. Me enseña imágenes.

 

Y yo me marco….

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